domingo, 9 de enero de 2011

The French Connection

En el verano del 2009 fuimos de vacaciones a Chile con unas amigas. La primera noche en Valparaíso, estábamos en el comedor del hostel y había un Ipod enchufado, y sonaba The Strokes. Al rato se acerca un flaco y, en un español afrancesado, pregunta:

“Les molesta la música?”

NOOOOOOOOO. Me molesta que no estés vos acá… 

La cosa es que era un grupo de tres franceses que estaban de viaje por Sudamérica, y a mi me gustó este frenchie, que tenía una remera de Arctic Monkeys y se llamaba Oli. 

Al rato estábamos todos chupando y riéndonos con gente de otras nacionalidades y con el dueño del hostel, al cual le encantaba la joda y el alcohol. Y organizamos para un asado al día siguiente. Puede decirse que fue el asado más feo y más quemado de la historia, pero fue uno de los mejores porque, obviamente, no me interesaba la carne de vaca, sino que mi interés estaba puesto en otro mamífero…

Esta fue la primera vez que empecé a desarrollar una extraña patología que me persigue hasta el presente: cada vez que estoy en un hostel y haya extranjeros (independientemente de si son franceses, italianos o brasileros) les hablo en inglés. Aunque ellos hablen perfecto español, no me importa. Les hablo en un inglés de mierda, como el Roberto Quenedi de Capusotto. Y si estoy ebria, es peor, porque pienso que estoy hablando fluidamente y a la perfección, cuando en realidad estoy balbuceando algo parecido al ruso.

La cosa es que estábamos todos sentados en el patio y, para darle tema de conversación, no se me ocurre nada más patético que decirle en un inglés de mierda (después de que me dijera un millón de veces que habían venido a Sudamérica a aprender español y que quería practicarlo), lo siguiente:

“Estoy tan triste porque The Strokes se separaron…”

Sin comentarios. Creo firmemente que esta frase tiene que ir al libro Guinness de los records como la frase más desubicada y menos erótica de todos los tiempos. A que clase de infradotada se le ocurre mencionar que está triste porque un grupo de garage rock se separó hace dos años? A mi, a quién mas…

Después de recapacitar acerca de la imbecilidad de mi proceder, le comento en voz alta a mi amiga que poca chance tenía con este flaco, comentario que es escuchado por otro argentino que estaba ahí (porque otra de mis patologías es hablar a los gritos cuando estoy ebria), y me dice:

“Dejámelo a mí. Ahora le voy a hablar”

Así fue como me puse un moño en la cabeza y me regalé al francés, en resumidas cuentas. De ahí nos fuimos todos a bailar y a tomar Pisco a un lugar en el cual no sabían preparar su propia bebida nacional. Pero a esa altura, a nadie le importaba. Por lo menos, no a mí.

Bailamos un poco, y al rato me volví con el frenchie al hostel, pero había un detalle que se me pasó por alto en ese momento: la habitación donde dormía con mis amigas era de 12 personas! Y a mí el público no me gusta, así que ni bien empezaron a llegar nuestros 8 compañeros de cuarto (obviamente que mis 3 amigas sabían que no tenían que entrar), hubo que ir a consumar el acto a otro lugar del hostel. Y qué mejor lugar que el baño?? Si está ocupado, está ocupado, no importa con qué o con quien…

Al otro día Oli se iba con sus amigos a seguir recorriendo Chile, así que nos saludamos y quedamos en vernos cuando volviera a pasar por Buenos Aires. Pero cuando efectivamente estuvo por acá, no pudimos combinar para juntarnos a recordar “viejos tiempos”, así que este fue el final de la historia de cómo una turista argentina en Valparaíso obtuvo un poco de amor francés…

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