sábado, 7 de mayo de 2011

El brasilero (parte I)

Este episodio me parece ahora tan lejano en el tiempo, y tan absurdo, aunque todavía no pasó ni un año… que creo que por eso dilaté tanto tiempo su escritura.

Después de haber sido rechazada por el púber, me fui de vacaciones de invierno a Chile. El primer lugar donde aterricé fue Pucón, un centro de ski. Y yo no estaba interesada en esquiar, pero bueno. Me fui a cagar de frío y a ver la nieve.

Llegué y en el Hostel solo había brasileros. Ni un francés, ni un australiano, solo brasileros. Con ese idioma de mierrrrrrrrda que no se entiende nada. Dejé mi mochila y me fui a recorrer la ciudad. Cuando vuelvo a la noche, entro por la parte de atrás de la cocina, y veo que hay hombres. Trato de caminar rapidito y mirando para el suelo, como para que nadie me viera, porque además de que venía vestida con una campera gigante que me hacía parecer un astronauta, no había tenido mejor idea que andar con un gorro de lana en la cabeza, que no me podía sacar porque mi cabellera estaba hecha un remolino. Parecía un ekeko.

Frena mi carrera un pibe alto, rubión y de ojos celestes y me dice, en un acento raro:

“Vamos a hacer una barbacoa hoy a la noche, quieres venir?”

“Ok”

No tenía otros planes. Me bañé, me senté en el sillón del living del Hostel y me quedé leyendo un rato hasta que se hizo la hora de comer. En la mesa eran todos brazucas y el dueño del Hostel no ayudaba mucho, ya que también les hablaba en su idioma. Me sentía un poco fuera de sintonía… pero todo se arregló después de la segunda cerveza.

Al rato el dueño del Hostel sacó un CD de Karaoke y todos nos pusimos a bailar y a cantar “Baila que baila cola cocotera…”. Terrible. Me hacía acordar a cuando tenía 16 e iba a bailar los viernes a la matiné a Circus… salvo que ya habían pasado años luz de eso. Lo más patético era que yo me acordaba la coreografía de la canción y la gente me imitaba, como si yo supiera lo que estaba haciendo…

Y foto va, foto viene, nos hicimos todos amigos. Y el brasilero este me dice:

“Vamos todos a la playa, vienes?”

A la playa??? Nieva, hace mil grados bajo cero, que mierda vamos a hacer en la playa? Pero que iba a hacer sino? Ponerme a chequear el Facebook?

“Si, vamos”

Me cambié las zapatillas, pensando que íbamos a la arena, pero no. La Playa era un boliche. Y yo con un polar y un pantalón de nieve. Elegante sport.

En un momento, no sé cómo, aparezco bailando música brasilera arriba de la tarima del lugar. Acto seguido, me estoy comiendo al brasilero en la tarima y, desde abajo, todos los del Hostel (dueño incluido) aplaudiendo y silbando.

Nos volvemos todos del boliche (me olvidé de mencionar que me ubicaron en la misma habitación que el brasilero y su amigo). Así que me calcé el piyama de abuela, con los calzoncillos térmicos abajo (lo más sexy del universo, después de Halle Berry en su traje de Gatúbela), y me metí en la cama. Y el flaco daba vueltas en la habitación, como ordenando algo, y me decía:

“Bueno, si necesitas algo…”

Ya en este punto no toleraba ni entendía su idioma, así que le hablaba en inglés, y él me respondía también en inglés. Si, ya é, si viene uno de Burzaco TAMBIEN le voy a hablar en inglés. Tengo esa tara.

Nos pusimos a charlar como media hora (a todo esto, el compañero roncando en la cama de al lado), yo acostada y el flaco sentado en el borde de mi cama. Y de última le dije:

“Te querés acostar aca?”

“Bueno…”

Y ahí intimamos un poquito, sin llegar a concluir nada porque había una persona roncando en la habitación y, a pesar de que probablemente no escuchara nada, tampoco era muy inspirador que digamos…

Y en una se me ocurre preguntarle cuántos años tenía…

“21, y vos? 23, 24?

Si si… sumale el IVA y los impuestos internos y ni aun así te acercás…

Al otro día nos despertamos y estuvimos tooooooooodo el día juntitos como dos tortolitos: comimos, paseamos, e incluso vimos El diario de Bridget Jones en el living del Hostel, al lado de la leña abrazaditos… una cosa empalagosa.

A la noche se despide, porque se volvía a Porto Alegre, y me dice:

“Bueno, nos mantenemos en contacto…”

Si, eso ya lo escuché antes… así que lo saludé sin mucha expectativa. Pero sin saber en la vorágine de pelotudez en la que iba a meter…

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