jueves, 9 de diciembre de 2010

El hincha de Arsenal

Ya estábamos en 5to año y yo estaba en Comercial y él en Bachiller. No sé cómo empezaron las cosas, pero fue en el boliche de mi barrio al que íbamos todos los sábados y del cual yo era tarjetera (sisi gente, tarjetera. Ahora las tarjeteras tienen que ser modelos, pero en mi época y en mi barrio no existía ese requisito…). La cosa empezó, y bueno, una se engancha. Resulta que a los dos o tres sábados de empezado el romance el pibe va y se besa a la linda (y trola) del boliche. IN MY FACE!
A mi cuestionamiento de qué onda? me responde:
“Pero si vos y yo no somos nada…”.
Bueno, ok. No somos nada. Obviamente que bien no me cayó, pero siguió la cosa hasta que el imbécil empezó a distanciarse silenciosamente. Pero como “no somos nada”, no hay derecho a reclamos.
“No somos nada” es el origen del rechazo que tienen los hombres por las relaciones y los compromisos. Algo somos. Somos dos personas que se gustan y se besan, somos dos compañeros de la secundaria, somos personas que se deben, al menos, un poco de respeto, no?
Así las cosas, un 26 de julio en el cumpleaños de una amiga, estábamos en el medio de una conversación de chicas y una de ellas dice:
“Ahhh tengo algo que contarles!”
Bueno, qué será? Y empieza a relatarme detalladamente cómo esa misma tarde se había acostado con el hincha de Arsenal. Mi hincha de Arsenal. Ella, mi amiga se había acostado con mi chico y me lo estaba contando como si fuera lo más normal del mundo, como si fuera la campera de jean Ona Saez que te compraste en el Shopping y que tu mamá te pagó con la tarjeta de crédito… (cabe aclarar, para esa época, la camperita de jean Ona Saez era lo más top del mundo).
Quedé bastante atónita con este relato, no solo porque el otro muerto me metió los cuernos con una mina, sino porque una persona que era, hasta ese momento, mi amiga, me clavó semejante puñal por la espalda. Creo que llegué a mi casa y seguía sin creerlo.
El 3 de agosto nos estamos yendo a Bariloche, y en el micro de ida se me empieza a acercar el hincha. A mí me gustaba todavía, obviamente, pero antes de nada le aclaré que sabía lo de su infidelidad (que no sé si llamarlo así, porque no éramos nada…) A lo cual me respondió que para él no significó nada. Y le creí.
Le creí porque, para mí, la infidelidad no pasa por el beso o la intimidad con otra persona (no que lo avale tampoco), sino que pasa por otro lado, por el lado de los sentimientos… Un touch and go puede, para mí, no significar más que eso. Pero ya hablaremos de eso.
Volviendo al relato: seguimos, volvimos de Bariloche y yo me iba de viaje con mis viejos a España. Antes de irme, me despidió y me dio para que llevara conmigo una camiseta de Arsenal (sisi, me llevé puesta en el avión una camiseta mugrosa, 100% Nylon de Arsenal, contra la mirada de reprobación de toda mi familia). Lo más gracioso es que en el avión viajaba un ex jugador de Arsenal, que me empezó a hablar de fútbol, como si yo supiera algo… la única vez que fui a la cancha fue para ver un partido a beneficencia en la cancha de Independiente en el que jugaban el Oso Arturo y Tomy Dunster!!.
También me escribió una carta, la cual me dijo que abriera una vez arriba del avión (y, como si tuviera una telepantalla observándome al mejor estilo 1984, acaté la orden y esperé hasta subir al avión para abrirla).
Lo llamé de España, le traje regalos. Todo lindo por una semana, hasta que se empieza a transar a la más trola, pero esta vez no del boliche, sino de toda la secundaria, IN MY FACE, nuevamente.
Sufri! Oh, Dios, como sufrí. Lloraba en el patio de la escuela, en el baño, en la clase. No podía con mi alma. La secundaria terminó, pero seguí enamorada de este pibe por 3 años más. Enamorada de la nada, de lo que había sido en su momento, porque ni siquiera nos veíamos ni estudiábamos juntos, nada. Y cada vez que lo cruzaba en el boliche o algo, me decía:
“Vos sabes porque yo no me puse de novio con vos, porque sos buena mina y no quiero lastimarte. Si algún día me tengo que poner de novio y presentarle a alguien a mi familia, yo te voy a llamar”
Con ese versito me colgué un tiempo largo. Pero como nunca me llamó (de hecho, ya se está yendo a vivir con la novia en la casa que construyeron en el barrio), decidí dejar esta pelotudez de lado y moverme hacia otra historia patética…

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