domingo, 2 de enero de 2011

El bailarín psicótico (parte II)

El viernes 27 de junio del 2008 tocaba en el Opera una banda cover de The Beatles uruguaya, Danger Four, y como el padre de mi mejor amigo trabaja en la boletería del teatro, me consiguió entradas gratis. Y en fila 12! Así que lo invité al bailarín, ya en ánimo de amistad, no esperando ningún tipo de retribución romántica a esta invitación.
Nos encontramos en la esquina del Havanna de Suipacha y Corrientes, entramos, miramos el show (que, si bien fue mediocre, era beatle y gratis, asi que…). Cuando salimos, me dijo de ir a comer algo y entramos a la pizzería Los Inmortales de Corrientes y Uruguay.
En un momento de la cena, empezamos a hablar del viaje que yo iba a hacer (me había ganado un viaje a España por 15 días y, como me sobraban unos días, iba a pasar por Londres y por Liverpool, ciudad natal de los Fabulosos Cuatro). Y le dije:
“Vos que la tenés clara, me tenés que pasar bien la data de los lugares clave que tengo que visitar: Abbey Road, The Cavern Club, Strawberry Fields…”
Sarasa sarasa, Ringo va, Lennon viene, en una me agarra y me acaricia la manito a través de la mesa. Y ese momento fue tan increíble e inesperado para mí que no hubiera podido reaccionar aunque me hubieran tirado un balde de agua helada por la cabeza: me quedé tildada mirando la mano suya sobre la mía como una estúpida. Y levanté la cabeza y el flaco me besó a través de la mesa.
Juro que pensé que esto no iba a pasar NUNCA. Me fui al baño, cerré la puerta y me puse a saltar de felicidad enfrente del espejo, justo como la escena de Laura Linney en Love, actually (para los que no están familiarizados con la peli: http://www.youtube.com/watch?v=UwvTJYAlitM&feature=related)
Nos fuimos caminando como dos tortolitos, el pibe me decía las cosas más lindas y era super cariñoso. Hasta en un momento, más adelante, me llegó a decir que mi culo no tenía celulitis! Algo más lindo para una mujer que escuchar ese tipo de halago?
Esas dos semanas que estuvimos juntos, antes de que yo me fuera de viaje, estuvieron buenas. Yo sentía que eso no me estaba pasando a mí, no podía creer que algo con alguien que me gustaba estaba saliendo relativamente bien y estaba durando más de una noche.
Pero había algo raro con el bailarín: estaba demasiado obsesionado con el baile. Demasiado. Al punto que estaba considerando dejar su trabajo, rechazando un ascenso, para dedicarse pura y exclusivamente al baile. Y esa clase de pensamiento está bien si tenés 18 años y tus viejos te mantienen, pero si ya sos un boludo de 26 y no bailas como Fred Astaire… no sé.
Eso y otras cosas hacían ruido, pero decidí ignorarlas y seguir adelante. Y en esa ceguera, en ese no querer ver la realidad, me perdí a mi misma. Dejé de ser yo para estar al servicio del bailarín: Querés salir bailando de la librería Yenny en Florida? Dale. Qué importa que todos se rían…
Y llegó el 15 de julio, día de mi viaje. Me fui, muy a mi pesar, dejando la única relación que parecía que iba bien en Capital, mientras me iba a pasar un mes a España. Desde allá hice lo imposible para mantenerme comunicada (estuve 10 días en una isla que era una reserva natural, donde no había internet y un solo teléfono público), y todos mis mails y llamados no tenían una respuesta muy entusiasta… pero pensé que era porque estaba trabajando y ocupado con la rutina diaria y yo estaba al pedo de vacaciones…
En Londres y Liverpool me gasté mis buenas libras con souvenirs de The Beatles (no quiero hoy pensar que la Libra valía 7 pesos porque me tiro del 9no piso en el que estoy…). La cosa es que el mes pasó y llegué acá un sábado a la mañana. Le mandé un mail y un mensaje de texto, a ver si quería que nos viéramos, y me dijo que “ya había arreglado otras cosas” y que nos veíamos el lunes “así hablábamos bien”.
FUUUUUUUUCK! Ese “hablar bien” me sonó mal. Muy mal. Se lo conté a mi amiga por teléfono y me dijo que no me hiciera la cabeza, que no era nada… Pero ella, que por lo general nunca se equivoca, esta vez sí se equivocó.
El lunes teníamos clase de rock a las 7 de la tarde, y quedamos en encontrarnos tipo 4.  Después me dijo que estaba llegando tarde, que lo dejábamos para otro día si quería (obvio que no), así que nos terminamos encontrando 5 y media. Cuando lo veo me recibe con un abrazo. Un abrazo. Nada de beso. El principio del fin.
Nos sentamos, tomamos un café, le cuento todo, le doy tooooodos los regalos. Y a las 7 menos cuarto me dice:
“Quería decirte que bueno, yo necesito un tiempo…”
Un mes no le alcanzó. Un tiempo a las 2 semanas. Bue…
“Un tiempo? Ok. Si es algo que hice yo, decime”
“No”
“Es que conociste otra mina?”
“Si…Si querés te devuelvo los regalos”
“Ah por favor, te los traje para vos”
Tendría que haberlos agarrado.
Paga, nos levantamos y no sé todavía como me pude parar. Fue un knock out. Salimos caminando por Lavalle, lo agarro del brazo y le digo:
“No me digas un tiempo. Eso es una mentira. Decime que ya fue y listo, pero no me dejes acá con ese verso como una pelotuda”
“Es que necesito un tiempo para pensar. No sé…”
Y ahí, juro por Dios, empezó a llover. Como si fuera una mala película de Hollywood…Y me dice:
“Vamos a la clase?”
Qué clase de psicópata sos? Me acabas de cortar y me decís si vamos a la clase de rock? Me voy a llorar con mis amigas, estúpido.
“No, no puedo ir a la clase”
La cosa es que llamé a mi amiga y me fui para donde estaba ella, lloré un rato largo y me volví para mi casa. Entré, la agarré a mi vieja por el brazo, la llevé a la pieza y le conté toda la historia. Así de mal estaba. Yo, que a mi vieja no le cuento nada. Incluso lloré.
Esa noche no dormí, ni siquiera con la ayuda de un Alplax. Y de ahí en más la tortura se acentuó día a día. No solo lo tuve que seguir viendo en las clases de rock y bailar con él, sino que más adelante tuve que asistir a la escena donde el bailarín presenta a su novia en el grupo, estando yo presente. No solo la presenta, sino que no tiene ningún reparo en besarla, tocarla y comentar a todos cómo y cuando se conocieron. Como si yo no existiera. Y cuando se conocieron? El sábado anterior a que yo me fuera, en una fiesta de Swing a la que yo no fui.
Y pensar que durante mucho tiempo pensé que el viaje había sido la causa de que la “relación” se fuera al carajo, porque el flaco estuvo mucho tiempo solo… Para nada, el flaco ya había conocido a otra estando yo acá.
Y estuve cuatro meses, hasta fin de año, prestando atención a todos sus movimientos y a ver si me sacaba a bailar o si se peleaba con la novia. Hasta que un día me cansé. Veníamos de un casamiento de una pareja de la secta en San Miguel, un 29 de diciembre, y cuando llegué a mi casa prendí la computadora y lo borré definitivamente del Facebook (ya lo había borrado y aceptado como 2 o 3 veces) y del MSN. Y decidí empezar el año sin bailarín en mi vida.
Y después me mandó varias veces la invitación al Facebook. Incluso en mi mejor momento después de este bajón, estando yo en Chile y habiendo conocido un francés en Valparaíso (próximamente, en “Una serie de eventos desafortunados”, The French Connection parte I), veo que “El Sr. Bailarín Psicótico quiere ser tu amigo”. Que parte no entendés? Si no soy tu amiga en Facebook, no es por un error de Windows, es porque NO quiero serlo. Tan simple como eso.
Y eventualmente, con el tiempo y con la ayuda de la psicóloga superé este capítulo musical de mi vida… Y al bailarín lo volví a ver hace 6 meses en un cumpleaños en San Telmo. Me lo cruzo en la escalera hacia el baño, y me dice:
“Que hacesssssss?”
“Que tal?”
“Che, ayer te iba a agregar al Facebook” me dice.
“Ah si? Y que pasó?”
“Nada, mañana te agrego”
“Sisi, dale”
“Pero aceptame, boluda”
“Sisi, dale”
Todavía está pendiente de confirmación la invitación…
Y hace 3 meses, en otro cumpleaños, me enteré de que el bailarín había estado internado en un neuropsiquiátrico! Predecible. Lo único malo en todo esto no es la salud mental del bailarín, sino que la única persona que me había dicho que mi culo no tenía celulitis esté loco!

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