martes, 15 de marzo de 2011

El ex compañero de laburo (parte I)

Cuando empecé a trabajar en mi actual lugar de trabajo, yo era muy joven, tenía un par de kilos de más y muy poca onda (no que los años me hayan hecho más cool ni mucho más flaca) Y en el piso había un solo chico lindo por el que, obviamente, estábamos todas perdidamente enamoradas. Y que, obviamente, nunca se fijó en ninguna de las perdedoras que lo rodeaban. Yo, obviamente, no iba a ser la excepción.

La cosa es que con este chico cruzábamos dos o tres palabras, más que nada acerca de la facultad, cuando estábamos en la fotocopiadora. Y al tiempo que yo entré a trabajar ahí, él renunció y se fue a otro laburo. Pero como había vuelto dos o tres veces por un tema de papeles al edificio, me lo crucé y nos cambiamos los mails “para arreglar para vernos algún día…”. Un 30 de febrero, esos días que nunca en tu puta vida llegan.

Todos los años yo le mandaba un mail para el cumpleaños, ya que cumple el mismo día que mi prima, 29 de noviembre. Y le mandé uno para el 2009, que me respondió recién en el 2010. Es ese tipo de pibes bohemios, colgados, que tocan en una bandita y van a ayudar al comedor de Villa Celina los sábados a la tarde. Que renuncian a su trabajo bien pago para hacer algo por la sociedad y cagarse de hambre. El tipo de pelotudo hippie e idealista que a mí me gusta.

Y me contesta el mail agradeciendo el saludo, y diciéndome que “tiene el mejor recuerdo de mi de cuando trabajábamos juntos” (¿?), y que a ver cuando nos vemos y charlamos, sarasa sarasa. Era mi oportunidad, así que le dije que yo estaba por mudarme a San Telmo, y que cuando tuviera mesa y sillas le avisaba y se venía a tomar una cerveza.

Y quedó ahí. Hasta que llegó el tan deseado 30 de febrero… años luz después del saludo de cumpleaños, por supuesto.

Yo estaba bastante nerviosa, porque hacía años que no lo veía al flaco, y tampoco habíamos tenido una relación de amigos o de trabajar juntos, así que no sabía muy bien qué onda. Pero bueno, al segundo vaso de cerveza ya estaba relajadísima: hablamos del curso de cine que yo estaba haciendo, de su actual trabajo y de la mar en coche. Y salimos corriendo para el cine porque habíamos quedado de ver Vivir al Límite. Pero cuando llegamos, nos echaron fly porque era la premiere de la obra de Ricardo Fort (si, ya sé, hasta los mínimos detalles de la historia son patéticos…), así que nos tuvimos que ir a comer una pizza en la calle Corrientes.

Muy amena la charla y la cena, pero nunca tiró ningún centro, lo cual era super normal, ya que casi éramos dos perfectos desconocidos que se encontraban después de mucho tiempo. Compartimos los gastos, me acompañó hasta la parada y me tomé el bondi.

No había sido tan desastroso, después de todo…Pero como esta es mi vida y este es mi blog, obviamente que esta historia no es color rosa ni se asemeja a ningún color cálido de la paleta de colores

No hay comentarios:

Publicar un comentario