sábado, 1 de diciembre de 2012

El amigo de mi amiga

Y si, el 2011 iba a traer buena suerte, pero antes de eso había que sortear unas vacaciones al estilo Campanelli con amores y desamores encontrados, todo camino al Norte Argentino.

Con mi amiga Sole organizamos ir en auto al Norte, y se prendieron 3 chicas mas... y un chico no-gay. 

Párrafo aparte merece el chico: Sole me lo había tratado de vender como candidato en varias oportunidades. Pero el problemita del señor (además de su obsesión con la prolijidad y de raros gustos metrosexuales, rayando lo gay), era que seguía locamente enamorado de una de las chicas que OH CASUALIDAD! venía viajando con nosotros (a los fines prácticos, la llamaremos de aquí en adelante A). Una historia de años de histeriqueo mutuo que seguía hasta el momento del viaje.

Arrancamos mal desde Buenos Aires, yo sentada en el auto en la parte de atrás, con ellos dos adelante, él tratando de tocarle la rodilla y ella en modo histeria-diva on.

De allí en más, era todo un tire y afloje entre ellos dos, hasta que entré yo en escena. Para qué? No sé! Hacía falta un poco de drama...

Con el pibe fuimos pegando onda, entre tanto tiempo de manejo, rutas, música y mates... Eso se empezó a hacer evidente para todos, incluso para A, quien en esos momentos, desesperada por llamar la atención, incluso lloraba en el asiento de atrás del auto (ahora era YO la que iba sentada en el asiento de acompañante), y una noche se fue a caminar sola por Tafí del Valle y hubo que ir a buscarla... al mejor estilo novela venezolana.

Resulta que el 25 de enero el señor cumplió años, y le organizamos una fiesta en la cabaña que habíamos alquilado. Muy a su pesar, tuvo que soplar las velitas y bailar salsa con todas. 

Después de que todos se fueran a dormir, nos quedamos solos y se acercó, medio que me encaró, me dio un beso y se fue, traumatizado, al patio. A lo que le dije:

"Vos sos un boludooooo"

Y me fui a acostar. Al pedo, porque no dormí nada.

De ahí en más, todo para atrás: las chicas se enojaron conmigo y A, aprovechando la debilidad que el pibe tenía por ella, empezó a tirarle onda sin parar. Y que hizo el señor? Como un perrito faldero, atrás de ella de acá para allá en los 5 días que restaban de viaje.

Y yo, indignada por sentirme una pelotuda, y haber sido solo la excusa para que ellos volvieran juntos, no pude atinar más que a llorar y a salir con cara de orto en el resto de las fotos (si ven las del Valle de la Luna, no se pueden dar cuenta la diferencia entre las piedras y mi expresión facial...)

En fin, una vez de vuelta en Buenos Aires, hicimos una fiesta reencuentro y ahí me entero de que habían retomado una relación en serio. En el cumpleaños de A, dos semanas después de volver de vacaciones, ella lo había presentado a sus amigas (cosa que no había hecho en todo el tiempo anterior) y le daba besitos adelante de todos... parece que en realidad es así, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Fue ese día que me hizo un click la cabeza, y me di cuenta que, independientemente de cuanta onda hubiera entre nosotros (que de hecho todavía la hay, porque me escribe mails frecuentemente), nunca iba a sacarse a A de la cabeza. 

Salí de ese cumpleaños ultra enojada y me fui de mi amiga Mariel en Caballito. No paraba de putear contra él, contra ella, contra todo! Entonces Mariel me dice:

"Bueno, tranqui. Ahora vamos a Palermo que hay unos amigos de Barbara ingleses, que son re copados, están de vacaciones, uno esta lleno de tatuajes, es re buena onda..."

Muy a contra gusto, enfilamos para Palermo. Y ese mismo 14 de febrero comienza otra historia...

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